06 December 2011

Desata tu Potencial

Un espectáculo puramente dantesco. Fuego, humo, viento huracanado. Música electrónica a volumen atronador. Cuatrocientas personas gritando desesperadamente alrededor de pasillos de brasas incandescentes. Gente descalza que obedeciendo los deseos de un enloquecido líder de masas camina sobre una superficie a más de 500°C de temperatura. ¿El infierno en la Tierra? ¿Ritual satánico? ¿Suicidio colectivo? ¿El previsto apocalipsis para el año 2012? No. Seminario de desarrollo personal y profesional.

Hace pocos días, por recomendación de una amiga, me apunto a uno de estos seminarios tan de moda últimamente sobre desarrollo personal y profesional, uno de esos talleres en los que un carismático empresario de contrastado éxito profesional relata su riquísima experiencia a seres humanos ansiosos por triunfar tanto en el plano laboral como en el deportivo y emocional.

El seminario en cuestión no es precisamente una tontería de un par de horitas, en la que vas, escuchas al tipet y te entregan un certificado de asistencia, no. Diecisiete horas, ni más ni menos, repartidas en un día y medio. Suficiente como para amargarle a uno el fin de semana y como para cambiarle la vida a otros cuantos (true story).

Acudo sin informarme demasiado, para no condicionarme en un sentido u otro. Abierto a recibir nuevos conocimientos, dispuesto a motivarme, a jugar, a emocionarme incluso si se da el caso. Firmo un desconcertante documento en el que afirmo que no demandaré a los organizadores del seminario ni a mi universidad en caso de sufrir quemaduras (¿) y me planto en mi cómodo asiento rodeado de 499 personas más.

Muchas conclusiones se pueden sacar después de dedicarle catorce horas y media (huí a Castalia antes de finalizar) de mi fin de semana a un señor que triunfó en la vida vendiendo muchos pollos, pero me quedaré solo con aquella que creo lo resume todo a la perfección: la gente tiene muchas ganas de flipar.

En Desata tu Potencial se hablan de muchas cosas. Se habla del éxito en campos tan distintos como en el trabajo, en el deporte, en el amor o en la vida en general. Se habla de la felicidad. Se habla de autoconocimiento. De la influencia y de la persuasión. Se habla de la visualización, de la gestión eficaz del tiempo, de las convicciones, de paradigmas, de actitud ante la vida, de altruismo y de la maestría emocional. Se habla de tantas cosas que al final uno se traga cualquier concepto con tal de que el tiempo siga avanzando.

Se aprende también sobre conceptos interesantes, of course. Como los anclajes, el sesgo confirmatorio, el círculo de orista, o la psicología positiva en general, que básicamente es en torno a lo que gira todo el rollamen. Se comentan también muchos temas que uno probablemente ya sabe, pero que seguramente por obvios, uno los deja de lado o directamente no los aplica a su vida. Como por ejemplo, que el propósito fundamental que persigue la mayoría de habitantes del primer mundo es alcanzar la felicidad. Que en general, las personas son más felices teniendo objetivos concretos. Y que además, estos objetivos será más fácil cumplirlos si previamente se ponen por escrito. Etcétera.

Lo que definitivamente no es (o por lo menos, no lo fue para mí) es una experiencia casi sobrenatural que puede cambiarte la vida. No es (o no lo fue para mí) un ritual capaz de provocarte una catarsis vital que te catapultará inmediatamente para el éxito. No es conmovedor, ni inspirador, ni siquiera es algo especialmente entretenido. Experiencia interesante, sí, bastante, pero no añadamos más adjetivos. O es eso, o no tengo la capacidad de flipar que por el contrario sí poseen otras trescientas personas que había a mi alrededor.

En Desata tu Potencial se baila. Se baila mucho, de hecho. Como los organizadores no quieren que la gente se les escape a cada ratito para fumar un cigarro o simplemente para estirar las piernas, cada dos horas más o menos, se pone allí música a toda ostia y se anima al personal para que baile en sus asientos o suba en manada al escenario a dar brincos como locos. Lejos de quedarse sentada, la peña obedece con fe ciega y corre por los pasillos del auditorio en dirección al escenario, donde salta, grita y baila como si no hubiera un mañana. Está bien claro que el único objetivo de estos bailes es descansar la mente, relajarse un poco antes de que te vuelvan a masacrar con más conceptos relacionados con la psicología positiva, pero la muchedumbre se lo toma como si de una especie de exorcismo musical se tratara, como si su vida dependiera en esos instantes de lo alto que levanten la pierna al bailar la versión moderna del I will survive. Al terminar cada canción, los organizadores anuncian con un micrófono los objetos que los bailarines han dejado caer inconscientemente sobre el escenario, desde pulseras, anillos hasta chaquetas y gafas (¡gafas, quien pierde unas gafas bailando en un seminario de desarrollo profesional!). ¿Está fatal toda esta gente o soy yo que soy un aburrido?

En Desata tu Potencial se llora. O lloran algunos, por lo menos. Se muestran emotivos videos en los que un padre completa un Ironman llevando a cuestas a su hijo tetrapléjico, lo que provoca el llanto de emocionados vecinos de fila. Se nos insta a imaginarnos nuestras vidas dentro de diez, veinte o treinta años, lo que provoca de nuevo la lágrima de distintos colegas de seminario, no sabemos si por lo mucho o por lo poco que les gustaba lo que les mostraban sus visiones. Se nos enseñan también correos electrónicos de gente que ya completó el taller y que agradece que gracias a todo aquello pudo cumplir su sueño de ser padre por primera vez (WTF!?), lo que provoca la inevitable emoción del simpático orador. ¿Soy yo un completo insensible o es que nadie del resto de gente ha visto suficientes comedias románticas protagonizadas por Hugh Grant?

En Desata tu Potential trabajan una serie de colaboradores a los que, digamos, les falta un hervor. Su faena está clara: que no se aplatane el personal, que son muchas horas. Y la faena la cumplen a la perfección, todo sea dicho. Bailan, ríen, gritan, corren, lloran, aplauden y saltan más que todo el resto de asistentes juntos. Se ponen gorros de bruja, pelucas verdes, disfraces de indios y realizan absurdos bailes por todo el escenario cada vez que la ocasión lo permite. Con rostros desencajados y miradas fanáticas animan frenéticamente a la masa, ya de por sí suficientemente enfervorecida. Algunos de ellos, manifiestan incluso haber dejado sus trabajos previos en prestigiosas empresas por poder ayudar a organizar el emocionante seminario de desarrollo personal y profesional. Tranquilo, fiera, me dieron ganas de espetar.

En Desata tu Potencial se ofrece la posibilidad de caminar sobre brasas incandescentes. Sobre brasas incandescentes de verdad, como las que se usan para torrar unes llonganises, sí. La metáfora está clara. Vence tus miedos, supera barreras inalcanzables. Si eres capaz de caminar sobre brasas a 500°C, ¿de qué no serás capaz? Etcétera.

De quinientas personas asistentes, ¿cuántas deciden caminar voluntariamente sobre brasas? Por supuesto, no tengo la cifra exacta, pero de trescientas, no bajan.

Llegado el momento clave, el orador no escatima en efectos motivadores. Noventera música electrónica a todo volumen. Exaltados colaboradores animando a los asistentes a descalzarse y subir al escenario para ensayar el paseo sobre el fuego. Gritos, palmas, sentencias inspiradoras, consignas pseudosectarias. Trescientas personas corriendo en estampida hacia el exterior del auditorio donde pondrán sus pies a prueba con carbón recién quemado. Lo de estampida es literal. La gente no piensa, no se comporta de manera individual: solo corre, corre como el viento hacia la salida, como bien podría correr hacia la muerte. Si les hubieran puesto allí fuera una hoguera monumental, una enorme piscina de lava, una manada de toros embolados, les hubiera dado exactamente igual, lo hubieran arrasado todo a su paso. La gente tiene muchas ganas de flipar, como ya he dicho más arriba, aunque sea a costa de sufrir quemaduras de tercer grado (nunca he sabido si las de tercer grado son las quemaduras más flojas o más graves).

En fin. En todo esto, y en alguna que otra cosa más consiste este taller de desarrollo personal y profesional. Como dice en el panfleto, se persigue provocar una especie de revolución interior, previo pago de quince euros si perteneces a la comunidad universitaria, o de setenta, si vienes de fuera. Gente a la que le cambia la vida un seminario. Sí, por qué no. Aunque no puedo evitar pensar que quizás la vida que cambiaron era una vida un poco de chiste. Hay gente para todo.

No obstante, en alguna ocasión ya he confesado el haber soltado una lágrima de emoción con un Holanda-Rusia de la Eurocopa de 2008 viéndolo en diferido. Probablemente sea yo el que desata su potencial en la dirección incorrecta.

09 November 2011

Papas del Mercadona

Imagínate que acudes al médico porque estás constipado. Tienes mocos, toses, te duele la garganta y sientes que tienes fiebre. Te sientas en la consulta y le cuentas al especialista lo que te ocurre, esperando que de forma rápida y eficaz te ofrezca alguna solución. De forma inesperada, el doctor te responde con un resignado:

- Es que si tú no te has abrigado convenientemente, yo ya no puedo hacer nada.

Algo similar ocurre en mi universidad con el perverso Servicio de Informática.

El Servicio de Informática de mi universidad está ubicado en un misterioso despacho de la planta baja de la facultad de Ciencias Experimentales y Tecnología. Los cristales de la puerta de este despacho están completamente sellados desde el interior con folios en blanco pegados con cinta adhesiva. Ningún cartel indicativo informa sobre lo que hay en el interior de enorme y aparentemente vacío despacho. Desde fuera, cualquiera podría afirmar que se trata de un simple almacén repleto de cacharros viejos que nadie utiliza desde hace mil años. Los escasísimos afortunados a los que se les ha permitido la entrada a este impenetrable búnker han podido comprobar lo que allí dentro se cuece: nueve hombres –solo hombres- que no despegan ni siquiera durante un segundo la nariz de una pantalla de plasma, ridículas fotos de ellos mismos con gorritos de fiesta colgadas en corchos medio podridos, un inquietante zumbido constante y cierto aroma a papas del Mercadona.

Cuando la universidad le asigna a un trabajador un ordenador nuevo, el perverso Servicio de Informática ofrece dos alternativas:

a) No disponer de privilegios de administrador en dicho ordenador (opción por defecto). En ese caso, para absolutamente cualquier operación que vaya a modificar mínimamente la configuración de la computadora, se deberá avisar a un informático para que lo haga. Incluso para borrar un puto acceso directo del escritorio, el informático deberá venir a meter una clave.

Como esta alternativa es un coñazo nivel máximo, se ofrece la opción de:

b) Disponer de privilegios de administrador en el ordenador. En este caso, el perverso Servicio de Informática asume que el usuario es completamente responsable de su máquina, y que cualquier percance que ella sufra deberá ser resuelto por él mismo. Se lava las manos el jodido y perverso Servicio de Informática.

Al hacerme entrega del nuevo ordenador (hace ya ahora dos meses), necesito que se me instalen ciertos programas informáticos. Además, preciso que se configuren de forma correcta las impresoras del departamento, no puedo imprimir nada. Quiero hacer cientos de fotocopias fraudulentas para uso exclusivamente personal y no se me permite, es una vergüenza.

Solicito la instalación de los programas y también el tema de las impresoras. Transcurren semanas y allí no viene nadie. No puedo trabajar, no puedo avanzar. Me canso de leer elpais.com y de ver montajes chorra con memes.

Pido ser administrador (o lo que es lo mismo, caigo en la trampa, acepto el chantaje). Al ser administrador, instalo mis programas –correctamente-, empiezo a poder hacer algo.

Escasos días después, aparece de forma sorprendente un simpático informático por el despacho que comparto con otras tres jovenzuelas. Viene a solucionarme el tema de las impresoras. Casi lloro al escuchar estas palabras.

Tras sentarse en mi sitio, pregunta al instante, con una media sonrisa en la cara e incorporándose de nuevo:

- ¡Ah, pero si eres administrador!

Dirigiéndose de nuevo a la puerta de salida, con aparente intención de no regresar por allí jamás, respondiendo con simpatía a mi expresión estupefacta:

- Es que si eres administrador, yo ya no puedo hacer nada…

En la soledad de mi vida sin impresoras, empiezo a comprender lo que miran fijamente en sus pantallas los profesionales del perverso Servicio de Informática dentro de su ignoto despacho: las estadísticas del personal universitario que solicita adquirir privilegios de administrador. Cada nueva solicitud equivale a decenas de horas de trabajo menos anuales. Con cada nueva solicitud, se escuchan gritos exultantes provenientes de aquella planta baja. Carcajadas, gemidos de placer, abrazos efusivos. Un pringao más que acepta el chantaje y cae en la trampa del perverso Servicio de Informática de mi universidad.

22 October 2011

Paradoja laboral

Como cientos de miles de jóvenes más de mi generación, he comenzado esta semana a buscar trabajo más o menos en serio. Aunque tengo ciertas preferencias, me vale prácticamente cualquier cosa a media jornada que me permita continuar durante unos cuantos meses más con la milonga esta del doctorado.

Me organizo, hago listas, muchas listas. Listas de todas las Empresas de Trabajo Temporal (ETTs) de mi ciudad. Listas de todos los despachos de ingeniería. Listas de todas las academias de repaso, de todas las academias de inglés. Listas de webs de búsqueda de empleo. Listas de preferencias y listas de documentos a incluir en mi impresionante currículum. Al rato, empiezo a necesitar una lista para organizar todas mis listas.

Actualizo mi perfil en Infojobs, pereza máxima. Cambio la foto por una en la que salgo espectacular y meto en formación académica un par de cursillos chorra más. En el apartado de conocimientos, rebusco a ver si puedo añadir algo sugerente. La web ofrece en esta sección infinitas posibilidades, algunas tan exóticas como "Estándar PBX", "Microfocus COBOL" o "ASP.NET (ASP+)". Me pregunto si existirá alguien en este país que sepa qué son alguna de estas chorradas mientras selecciono mis escasos conocimientos, entre los que, sin complejos, incluyo "Redacción de cuentos y relatos".

Le doy a guardar y voy a la cocina a beber un vaso de agua. De vuelta al portátil, actualizo el correo. No hay emails de empresas multinacionales ofreciéndome empleo. Espero un minuto y vuelvo a actualizar. Nada. Medio minuto más y refresco de nuevo. Nada de nada. Llevo tres minutos buscando trabajo y todavía no tengo trabajo. Igual tengo que salir de casa para conseguirlo.

Acudo a la Oficina de Inserción Laboral de mi universidad, seguro que allí saben qué hacer conmigo. Le explico a la chica lo que busco y lo primero que me dice es que antes que nada tengo que ir al Servef (Servei Valencià d'Ocupació i Formació), pedir cita para una entrevista y entonces volver otra vez por allí. Estoy allí sentado, delante de ella, con un fajo de currículums en la mochila, con tiempo libre por delante. Ella está aparentemente haciendo nada de nada. Podría hacerme la entrevista ahora mismo y ahorraríamos un montón de trámites absurdos, pero no. Tengo que irme a tres kilómetros, pedir cita y volver.

Voy al Servef y pido cita. Me la dan para el 10 de noviembre (de este año). Mientras tanto, la chica de la Oficina de Inserción Laboral de mi universidad allí debe seguir, mirando el facebook mientras se come unas rosquilletas con pipas.

Sigo adelante. Saco del bolsillo mi interminable lista de ETTs. Tengo quince. Quince empresas cuya única función es dedicarse en cuerpo y alma a ayudarme a encontrar empleo. No puede fallar. Voy a todas ellas.

Durante este animado periplo, me doy de bruces con una extraña situación: la mayor parte de Empresas de Trabajo Temporal han quebrado, ya no existen. Las personas encargadas de ayudarte a buscar empleo tampoco tienen ya empleo. Es más, las personas encargadas de ayudarte a buscar empleo son en estos momentos competidores tuyos en la ardua tarea de la búsqueda de empleo (y además seguro que se conocen trucos). Las personas que hasta hace pocos meses se ganaban la vida en Empresas de Trabajo Temporal se encuentran en estos momentos en otras Empresas de Trabajo Temporal, pero como clientes.

Reflexionando sobre esta interesante paradoja laboral, me compro una ensaimada.

Dentro de las pocas Empresas de Trabajo Temporal que todavía siguen en pie me dicen lo mismo:

- Ahora el registro es siempre on-line. Te das de alta, subes tu currículum, te apuntas a las ofertas que te interesen y si encajas, te llamamos.

Al final, siempre añaden esto:

- Aunque ahora está todo un poquito parado.

Sin haber podido entregar ninguno de mis espectaculares currículums en papel, vuelvo a casa y me planto de nuevo frente al portátil, dispuesto a entrar en las webs de estas supervivientes ETTs. Meto el CV. El procedimiento es básicamente el mismo que el que ya he hecho hace un par de horas en Infojobs, pero más incómodo. Lo repito cuatro veces más, un horror. Al terminar, me da la impresión de que mandar el currículum por internet tenga probablemente el mismo efecto que si lo tiro por la ventana que tengo detrás. Pero hay que hacerlo así, supongo.

Enciendo la tele y en las noticias dan la cifra actualizada del desempleo en España. Le quito la voz. Paciencia, chaval. Paciencia y suerte.

21 September 2011

Yogures de marca

Hace escasas semanas, regreso del país inventor de la patata frita con la firme intención de abandonar de una vez por todas esa vivienda en la que la ropa se lava y plancha sola, el consumo de luz, agua y gas es gratuito y siempre hay yogures de marca en la nevera: el hogar materno.

No quiero provocar un shock traumático nada más bajar del avión, así que decido esperar a compartir mis viles intenciones unos días más tarde, tras haber disfrutado convenientemente de los agasajos propios de quien regresa de un lugar muy remoto y misterioso.

Durante esos días, mis sufridos padres no solo no se huelen la tostada, sino que además comienzan a poner sobre la mesa toda una serie de planes que me involucran más que nunca en la toma de decisiones que afectan a la vivienda. Ejemplos:

- David, ¿este año nos hacemos de Canal Plus Liga o de Gol TV? – pregunta adorablemente mi padre.

Tras unos segundos de ligera duda, le transmito que, en mi opinión, los mejores profesionales del periodismo deportivo siempre han estado ligados a Canal Plus, y que siguiendo ese razonamiento, le convenía seguir pagando por Canal Plus Liga. Pero que vamos, que si le apetecía cambiarse de acera, por mi que no lo hiciera…

Ni una sospecha.

- David, la funda nórdica esa que has estado usando en Bélgica la podríamos poner ahora en tu habitación, ¿no crees? – pregunta horas más tarde inocentemente mi madre.

Aguantándome un poquito la risa y también un poquito la lágrima, le digo que sí, que por qué no, que adelante, que me parece estupendo. Pero que no la cambie todavía, que igual la funda nórdica esa puede ir en otro sitio, que ya veremos…

Nada. Ni un atisbo de duda por su parte.

Etcétera.

Tras una interesante serie de conversaciones similares a las descritas, la situación se vuelve insostenible. Hay que realizar el anuncio lo más pronto posible, o voy a comenzar a acostumbrarme de nuevo a que la comida se haga sola y a que el wc esté siempre limpio: no me iré jamás.

Lo suelto una tarde en la playa, de sopetón.

- Este año estaba pensando en buscarme una habitación en un piso compartido – espeto.

Como era de esperar, la reacción de mis padres es dramática, casi trágica. Mi madre se queda absolutamente paralizada tras las gafas de sol: cierra la boca apretando mucho los labios y agarra con sus manos el reposabrazos de la hamaca como si se encontrara en un transbordador espacial a punto de despegar. No entiende nada.

Por su parte, mi padre reproduce músculo por músculo exactamente la misma cara que pone cuando el Barça mete un gol en el descuento: malas noticias que llegan de forma inesperada.

Durante unos interminables quince segundos, solo se oyen las olas, ruido de paletas de playa y los gritos de los maquinetos de al lado.

- ¿Reacciones? – me atrevo a articular.

Resulta curioso que uno siempre se cree a salvo del tópico y el lugar común. Que cuando se le presenten en la vida aquellas situaciones por las que cualquier ser humano del mundo occidental debe pasar, él mismo y las personas que le rodean reaccionaran de forma completamente distinta y original a como ya reaccionaron millones de personas antes que él.

Mentira. Durante los siguientes veinte minutos se escuchan en la conversación que tengo con mis padres, uno detrás de otro, absolutamente todos los tópicos que pueden esperarse de una charla en la que el hijo anuncia que decide abandonar –aunque sea temporalmente- el nido familiar (ja ja, ha dicho "nido familiar"!).

1. ¿Pero que en casa no estás bien?

2. ¡Ahora tendremos que adoptar a un niño chino!

3. ¿Prefieres vivir con unos extraños?

4. ¡Pero si en casa nunca tienes que dar explicaciones de nada!

5. Es ley de vida…

6. ¡Si fuera porque te vas a vivir con una chica lo entendería!

7. Si ya te veíamos poco…

8. ¿Y te harás tú la comida todos los días?

9. ¡Te va a costar un dineral!

10. Etcétera.

En fin. Tras hacerles comprender que no se trata de nada personal, que en casa estoy muy bien, que tengo veintisiete años y medio, que sé cocinar cuatro o cinco cosas, que no voy a desaparecer, que si me tengo que esperar a encontrar novia para irme de casa probablemente no me vaya nunca, que no hace falta que adopten a ningún oriental y que tengo la intención de seguir viendo el fútbol en casa hasta que me muera, parecen empezar a entender algo. Parecen empezar.

Llega la china y tenemos que aparcar la conversación. Probablemente se retome cuatro o cinco días más adelante y se vuelvan a repetir las mismas frases pero en distinto orden. Lo haré con gusto.

Siento que me he quitado un pequeño peso de encima. Todavía no les digo que ya he empezado a mirar habitaciones: mejor soltar solo una bomba por día.

Me recuesto en la toalla y miro hacia el mar. Creo que mi madre me mira de reojo. Se me emborrona un poquito la vista. Trago saliva rápido. Toso. Me aclaro la garganta. Me froto el ojo con el dedo. Respiro hondo. Actitud normal.